jueves, 5 de mayo de 2011

Untitled


La quería mucho. Quizás demasiado. Quiso guardarse para él cada mirada, cada sonrisa, cada palabra, cada gesto, cada paso, cada olor, cada giro. Se dio cuenta demasiado tarde de que no quedaba nada de ella que no le perteneciera. Y entonces la miró, y a ella no le quedaba nada. “Has cambiado” le echó en cara, y se marchó, devolviéndole en una cajita cada parte que un día había coleccionado con tanto mimo y pasión. Ella colocó todo en su sitio, pero alarmada descubrió que algo faltaba. Un trozo de su corazón y un trozo de una costilla. Nadie se dio cuenta nunca, pero ella no volvió a ser la misma. Porque cada vez que respiraba le dolía la costilla, y se clavaba con saña en su corazón, haciéndole recordar.

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