miércoles, 4 de mayo de 2011

365


El dolor lacerante en el pecho, la sensación de que un hierro ardiendo te atraviesa el corazón pulverizándolo y dejándote sin sentido. No hace falta mucho para esa sensación, solo un instante, una canción, una imagen, o igual simplemente una palabra te transportan de nuevo al momento más hermoso de tu vida. Y las lágrimas caen porque ya ha pasado demasiado tiempo, trescientos sesenta y cinco días desde que supiste que tenías que hacer algo y no supiste cómo, desde el momento en que fuiste consciente de que el cuento se acababa y no era con un “y fueron felices y comieron perdices”, desde el momento en qué supiste que la vida que habías conocido se te escapaba de las manos. Has crecido, has cambiado, y en simbiosis paralela, quién se fue ha hecho lo propio. Ya no sabes quién será, cuáles serán sus sueños o sus miedos más reales, pero te abrirías el pecho y dejarías caer el corazón, te arrancarías la piel y devorarías con tu mirada ese instante demencial en qué perdiste la razón al ser consciente de que una parte de ti se moría para siempre.
La vida no es fácil te dijeron una vez, y no quisiste creerlo, porque tu felicidad empañaba la triste realidad que un día te alcanzaría, barriéndote con su fuerza y dejando que flotaras en un amargo y profundo desengaño. Ya no te quedan sueños, a menudo te cuesta incluso respirar, y te preguntas por qué tienes que continuar si no encuentras el sentido exacto de la vida ahora que el sol se ha puesto y se empeña en esconderse detrás de un oscuro y espeso nubarrón. Los días pasan, la gente se mueve, el mundo sigue girando aunque no hayas movido ni un solo músculo por seguir girando con él. Tus carcajadas acaban en llanto, la risa no llega a tus ojos, mientes a un mundo que no te comprende, finges un optimismo que no es, para permitir a los demás que crean que ya ha pasado. Pero en el fondo simplemente mientes porque te gusta regodearte en tu propia soledad, te gusta pensar que es lo que te toca, que estás mejor así para que nada ni nadie pueda hundirte de nuevo. Es el miedo el que domina tu vida desde aquel día, los recuerdos se enredan en tus pestañas y te hacen lagrimear, te asesinan los recuerdos y no intentas defenderte ni un instante.
Para ya. Deja de ahogarte en tu propia miseria, sécate las lágrimas y piensa una vez más. Siempre hay que continuar. Y aunque se te haga cuesta arriba las vida nunca es fácil. Ahora que lo has aprendido gánale esta partida, vuelve a sonreír y permítete una vez más, volver a ser feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

pensamientos