martes, 19 de abril de 2011

Sin Nombre


Entonces dejamos de existir. Ya no importaba quiénes éramos, ni siquiera los lazos que algún día nos habían atado en un pasado aún demasiado cercano. A mí solo me importaba que me agarraras para no caerme, pues estábamos a años luz del mundo real, y tus ojos iluminaban esa oscuridad eterna que amenazaba con cernirse sobre nosotros si tan solo uno de nuestros pasos era en falso. Temía resbalar, que por mi culpa nos precipitáramos en una caída irreversible, pero estabas ahí, a escasos centímetros de mí, tratando de espantar la sombra que no dudaba en perseguirnos evitando que siguiéramos nuestro camino. Giramos la esquina aún cogidos de la mano, y la luz del final de aquel larguísimo corredor nos deslumbró. ¿Era el sol? Sí era así no había nada más que temer, nuestro sol no podía apagarse. Oí un ruido a mis espaldas y me estremecí. Aún teníamos que alcanzarlo y no sabíamos con qué podíamos encontrarnos hasta entonces…

No hay comentarios:

Publicar un comentario

pensamientos