domingo, 14 de noviembre de 2010

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El viento juega con mi cabello y me pregunto qué estoy haciendo con mi vida. Me gustaría que alguien me lo dijera, cómo en esos carteles de cuanta razón: “ lo estás haciendo mal”, “ lo estás haciendo cojonudamente” o un “ lo estás haciendo…fatal”.
Ya no tengo dieciséis años, y se supone que poseo esa cualidad que se llama madurez. O al menos así debería ser. Me confesaré. Lo único que tengo es inestabilidad y necesidad de que alguien me señale qué camino debo tomar para todo. Dieciocho años conllevan responsabilidad, significan que lo que hago importa, y deberían traer consigo un poco más de valentía.
Necesitaría que me dijeran “ adelante”, un café que me despejara y un buen chiste que me hiciera reír. Dejemos a un lado las botellas de Brugal, y con ellas lejos hagamos nuestras confesiones. Cómprame una de esas estúpidas rosas y yo me pondré de nuevo tu collar de flores a modo de corona. Romeo y Julieta serán meros personajes sin sentimientos definidos a nuestro lado. Has sufrido demasiado, y sin embargo la bondad asoma a tus ojos claros. Yo tengo un corazón que funciona sólo a ratos, pero te juro que si me das otra oportunidad, solo una más, no la desaprovecharé. A la tercera va la vencida. Y quiero vencer. Porque me fastidia mucho reconocerlo, pero me estás ganando poquito a poco...

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