domingo, 27 de junio de 2010

Untitled


Le miro. Es tan hermoso, con su piel marrón, brillante, perfecta. Un poco desgastada en alguna parte, pero nada que afee su hermosa presencia. A mí lado siempre, jamás me abandona. ¿ Qué haría sin él? La vida no sería igual. Sigue ahí, esperando a que me acerque y le tome entre mis brazos, apoye mi barbilla en él y me deje llevar con los ojos cerrados. Lo acaricio, dulcemente, sin prisa, mientras sigo admirando su belleza. Por fin me decido y elijo una partitura. Cojo el arco, y lo paso por sus finas cuerdas. Y la magia se produce, las notas surgen de la nada, de mis manos. Simbiosis perfecta entre ambos, si me equivoco, lo hacemos juntos, y rectificamos el error a tiempo. Y volvemos a empezar, sin prisa, sin pausa. ¿ Qué haría yo sin ese instrumento de cuerda? Porque a veces, él es lo único que me queda.

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