viernes, 21 de febrero de 2014

#7

Suena una canción que parece que nunca acabará. La melodía de lo que fuimos y aún somos a veces, cuando nos da por rompernos un poquito, sin que duela del todo. Te quiero violinista. Sigue sonando. Deslizo el arco por las cuerdas, vigilando la afinación de mis caderas cuando pasas tus manos y tirito. Frío, placer y mucho miedo. En eso se resumen las notas que se escuchan las noches tan lejanas en las que hay concierto. La adrenalina corriendo por las venas, las ganas de dejarse caer al vacío sin llegar a tocar nunca el suelo. Magnetismo impregnado de brillo. Un suspiro. Y silencio. 


Enviado de Samsung Mobile

No hay comentarios:

Publicar un comentario

pensamientos