viernes, 22 de noviembre de 2013

Un café sin sal, y aún así, ganas de llorar.


Esa mañana quise contarte que tenía mis pequeñas obsesiones, como las carpetas de colores, los cuadros de Matisse y las magdalenas. Y por supuesto tú. Quise contarte que eras la obsesión más dulce y más amarga que podía orientar mi vida hacia los placeres más intensos o al dolor más desgarrador. Quise pedirte también que me salvaras de los momentos en los que me obsesionaba tanto con según que cosas que acababa sacándolo todo fuera destruyéndome poco a poco. Quise decirte mil cosas pero solo podía mirarte remover aquel café con desgana. Con una desgana preciosa. Hacía rato que se había enfríado y no ibas a bebértelo. No sé cómo fue, pero acabaste hablando tú. Me contaste que habías recuperado una pieza importante para ti cuando esa persona había regresado a tu vida, me dijiste que aquello era amor. Sonreí con amargura y me sentí tan café que dolía. Ninguno de los dos estábamos destinados a juntarnos con tu boca aquella mañana fría.


Enviado de Samsung Mobile

No hay comentarios:

Publicar un comentario

pensamientos