martes, 16 de abril de 2013

Pipas.


Comíamos pipas mientras mirábamos las palomas que picoteaban las cáscaras que íbamos dejando caer despreocupadas.  Tíralas lejos, que no se acerquen, que me dan miedo—decía yo, mientras te reías y tirabas las cáscaras un poco más cerca. Pero me sentía a salvo, si ellas estaban cerca las espantarías, sabía bien que sabías protegerme.

Años después, el mismo banco, la misma marca de pipas. Pero no es contigo, y son sin sal. Habrías protestado echando de menos el regusto salado en la lengua, los labios cortados, la sed de después ahogada en una cerveza rubia como tu pelo compartida entre sonrisas. Hoy invito yo. Las cáscaras atraen a las palomas pero ya no me proteges. Tengo miedo, se acercan y no me muevo. Como siempre, sigo esperando a que vengas y hagas que vuelen lejos. Sin embargo, lo único que ha volado es el banco en el que estoy sentada, las pipas con sal y las sonrisas mezcladas con cerveza. La salvadora se convierte en desconocida y ve cosas dónde no las hay. Y ya no hay tiempo ni cerveza que quite la sed, tan solo un montón de cáscaras que las palomas, ganadoras, poco a poco picotearán.

2 comentarios:

  1. Interesante entrada, la verdad que en pocas las lineas creo que has plasmado el paso del tiempo de una manera muy peculiar. Enhorabuena.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias Noelia, por pasarte por aquí, por leerlo y por comentar. Gracias.

      Eliminar

pensamientos